MACROECONOMÍA
Macroeconomía
¡No doy crédito!

Donald Trump libera los espíritus animales de la economía

El presidente norteamericano abre una etapa de euforia en los mercados y con una elevada incertidumbre respecto al grado de aplicación de sus promesas, la mayoría de ellas contradictorias

Donald Trump y su esposa Melania, en Wall Street.
Donald Trump y su esposa Melania, en Wall Street.
PREMIUM
Actualizado

Dos premios Nobel de Economía popularizaron hace unos años el término espíritus animales. A diferencia de lo que defendían las escuelas clásicas, el ser humano no es un homo economicus, es decir no siempre sigue el criterio más racional en busca de su beneficio, sino un ser emocional. George Akerlof y Robert Shiller explicaban que cuando los espíritus animales se ponen a cubierto por el miedo, la economía se paraliza. Y cuando se desatan, «la refrescan y le dan energía». Lo que sucederá mañana es que la reencarnación del más animal de todos los espíritus será investido presidente de los Estados Unidos. Su retórica ha llevado a un optimismo salvaje a Wall Street, aunque nada cuadra entre sus promesas y sus expectativas.

MÁS RELATO QUE DATO. Los espíritus animales se articulan a través de las narrativas económicas. La de Trump es muy sencilla. Estados Unidos ha perdido su riqueza en favor de China por culpa del dominio cultural de las élites de la izquierda, que han desplumado a la clase media para favorecer sus chiringos climáticos y a las minorías de raza o de género. El remedio es la desregularización de los mercados, la imposición de aranceles y la expulsión de extranjeros.

El Peterson Institute for International Economics (PIIE) ha calculado que si Trump echara a 8,3 millones de inmigrantes ilegales, elevara de forma general los aranceles y mermara la independencia de la Reserva Federal, la inflación se dispararía hasta un 9,3%, el PIB caería un 9,7% y el empleo aumentaría primero y luego se desplomaría hasta el 3,4%.

El motivo es que la pérdida de mano de obra en un país que no tiene paro obligaría a los empresarios a contratar más caro, lo cual les abocaría a subir los precios (inflación). Además, la imposición de aranceles, encarecería las importaciones (inflación) y dificultaría las exportaciones. Según JPMorgan, los aranceles afectarían cinco veces más a los quintiles más bajos de la población (desplome en las encuestas). Con la inflación alta, la Fed no podría bajar los tipos, lo cual pondría en dificultades de financiación a las empresas. Algunas irían a la quiebra (derrota en las midterms de dentro de dos años). O sea que no pasará. Las tarifas serán selectivas y las expulsiones se limitarán a quienes tienen antecedentes.

LAS MALAS NOTICIAS SERÁN BUENAS. El punto de partida de la era Trump no es una economía sobrecalentada, sino directamente «en ebullición», como explica el director de Inversiones de MyInvestor, Ignasi Viladesau. «El paro apenas está en el 4,1% y, si se siguen creando empleos a este ritmo, se van a acabar los trabajadores» (inflación).

El desequilibrio fiscal y la inflación han llevado al tipo de interés del bono a diez años por encima del 4,7%, lo que constituye en una enorme aspiradora de los flujos de capital de todo el mundo. Es el activo libre de riesgo por excelencia. Cuando un inversor se plantea prestar dinero a una compañía, ésta debe ofrecer un tipo de interés mayor al del bono y añadir una prima por el riesgo. Por tanto, la cotización actual aumenta el coste de financiación de las empresas y disminuye su valoración. Por eso, aunque Wall Street y el Nasdaq acumulen ganancias desde la victoria de Trump, el índice Russell 2000, en el que cotizan las empresas medianas, cae un 10%.

En las próximas semanas es posible que cuanto peor sean algunos indicadores económicos, mejor sea para la Bolsa. Si el paro empieza a subir, los mercados interpretarán que la Reserva Federal podría dejar de tener tanto miedo a la inflación y acelerar la bajada de tipos.

EL SUPERCICLO DEL DÓLAR. Otra de la situaciones contradictorias para Trump es la apreciación del dólar, que alcanza el 6% desde su victoria y está casi a la par frente al euro. ¿Por qué? Volvemos al punto de partida: perjudica a las exportaciones, pues a los estadounidenses les sale más barato comprar productos que no estén made in USA. Un dólar alto podría ayudar a la industria europea a mejorar sus exportaciones. Sin embargo, la necesidad de importar cantidades récord de petróleo y gas denominadas en billetes verdes, hace que la cuenta salga a pagar.

TODA LA PRESIÓN A LA FED. Joe Biden deja la Presidencia a buen ritmo de crecimiento, pero también un déficit y una deuda descomunales. Donald Trump debería acometer un programa de ajuste. Es decir, o subir los ingresos o bajar los gastos. Así ayudaría a enfriar un poco la economía, lo cual facilitaría el camino de la Reserva Federal para bajar los tipos.

El líder republicano ha anunciado que mantendrá el recorte de los impuestos y que bajará gastos encomendándole a Elon Musk un plan de eficiencia de la administración. Los números no salen. Presionará por las bravas a la Fed para que baje tipos. Su presidente, Jerome Powell, le ha recibido endureciendo su posición y no es tan fácil para Trump intervenir en su independencia.