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Lamentablemente, la mayoría de occidentales conoce el universo de las geishas a través de la cinta americana con reparto chino (no japonés) Memorias de una Geisha. La historia de la novela (y la película) indigno tanto a Mineko Iwasaki, la geisha en la que se inspira, que se vio obligada a contar ella su propia historia en forma de una novela que desmintiese la de Arthur Golden, cargada de efectismos y morbosidad entorno a la polémica, mitificada y nunca aclarada ceremonia del Mizuage (venta de la virginidad y ceremonia por la que una Maiko o aprendiz se convierte en Geisha), prohibida en Japón como tantas otras formas de prostitución desde hace más de medio siglo.
Conocer el mundo de las Maikos y las Geikos del Kioto actual bien podría ser uno de los principales alicientes de Makanai: la cocinera de las maikos. La serie de 9 capítulos de aproximadamente cuarenta minutos llegó a Netflix el pasado 12 de enero, pero ya supone una de las pocas buenas noticias para la plataforma los últimos meses. No hablamos, por supuesto, de un bombazo de audiencia como Miércoles (por desgracia para la plataforma, todavía queda para la temporada 2), pero sí de una serie cuya calidad puede rivalizar con el HBO de The Last of Us o con cualquier otra producción. Hablamos de una serie de autor que no será ni quiere ser de masas. Para empezar, está creada y dirigida por el probablemente mejor director japonés de las últimas dos décadas, Hirokazu Koreeda.
El multipremiado director de Un asunto de familia, De tal padre tal hijo, Nadie sabe, Still Walking, After Life o la reciente Broker es mundialmente conocido por su atención al detalle y su asombrosa forma de retratar hechos de la vida cotidiana. También por como trata a sus personajes, ya sean criminales desalmados o simples víctimas, y el cariño que se desprende hacia su reparto. Todo eso se encuentra en Makanai, la cocinera de las maikos. La historia esta basada en un manga de Aiko Koyama, que también ha tenido una adaptación en forma de anime en 2021. En ella conocemos a dos íntimas amigas de 16 años llamadas Sumire y Kiyo. Ambas acuden a una casa de Maikos en Kioto para convertirse en Geishas. Muy pronto queda claro el talento de Sumire, que no tarda en convertirse en la promesa de la ciudad, pero también que Kiyo no ha nacido para ello. La joven, para no abandonar a su amiga, se transforma en la joven cocinera de la casa, convirtiéndose a través de infinidad de platos, en el corazón de todas esas mujeres, desde las jóvenes aprendices hasta las ácidas pero encantadoras madres y maestras. Sinceramente, tener Makanai, la historia de las Maiko, de Koreeda, es un regalo para Netflix y sus espectadores.
Acostumbrados a series asiáticas basadas en la violencia, Maiko nos lleva a esa tranquilidad hipnótica que también exhibe lo mejor de Japón. Aunando el arte y las costumbres de las maikos, lo que dota a la serie de un gran interés etnográfico, la serie se convierte en toda una referencia foodie, llenando sus episodios de platos y escenas de cocina extraordinariamente hermosos. Es una serie que no quiere enganchar al espectador con dramáticas enfermedades o muertes, ni con historias familiares traumáticas o traiciones y culebrones amorosos. Makania te engancha por su calor, su sentido de la amistad y del cariño, y su atención al detalle. Pero no, no es una serie cursi o empalagosa, es una serie llena de sutilidades, que siempre interroga al espectador y a sus protagonistas sobre el sentido de la vida y del sacrificio, sobre la dominancia entre las relaciones sociales, el peligro de depender de alguien y la rotundidad de quién dice verdades callando.
Acostumbrado a series gritonas cuya mejor intención es crear trends en Tiktok y TT en Twitter, Makanai es una ficción reconfortante, en la que los spoilers no importan absolutamente nada, porque lo importante reside en ver cada una de las escenas de la serie. Te diría que mi momento favorito de toda la temporada es aquel en que Kiyo decide hacerle un plato especial a una Sumire con fiebre. Para ello busca por toda una ciudad la mejor tienda de tofu, la mejor tienda de birutas de pescado y la mejor tienda de algas. Después, lo cocina y sonríe junto a su amiga. No hay nada en esta descripción interesante, pero sí lo hay en las escenas de la serie que cuentan eso mismo. Lo hay en ver cada una de esas tiendas, en descubrir la concentración de Kiyo al cocinar ese simple plato, en los ojos de Sumire al descubrir que tras esa sopa con fideos hay mucho más. No es el qué, es el cómo, y Netflix no va a tener nada más delicioso que llevarse a la boca y a los ojos en todo el año. Y esto es un hecho tan grande como que todos querríamos ser Sumire para tener una amiga como Kiyo.

Rafael es experto en cine, series y videojuegos. Lo suyo es el cine clásico y de autor, aunque no se pierda una de Marvel o el éxito del momento en Netflix por deformación profesional. También tiene su lado friki, como prueba su especialización en el anime, el k-pop y todo lo relacionado con la cultura asiática. Por generación, a veces le toca escribir de éxitos musicales del momento, desde Bizarrap hasta Blackpink. Pero no se limita ahí, ya que también le gusta escribir de gastronomía, viajes, humor y memes. Tras 8 años escribiendo en Fotogramas y Esquire lo cierto es que ya ha hecho un poco de todo, desde entrevistas a estrellas internacionales hasta presentaciones de móviles o catas de aceite, insectos y, sí, con suerte, vino. Se formó en Comunicación Audiovisual en la Universidad de Murcia. Después siguió en la Universidad Carlos III de Madrid con un Máster en Investigación en Medios de Comunicación. Además de comenzar un doctorado sobre la representación sexual en el cine de autor (que nunca acabó), también estudió un Master en crítica de cine, tanto en la ECAM como en la Escuela de Escritores. Antes, se curtió escribiendo en el blog Cinealacarbonara, siguió en medios como Amanecemetropolis, Culturamas o Revista Magnolia, y le dedicó todos sus esfuerzos a Revista Mutaciones desde su fundación. Llegó a Hearst en 2018 años y logró hacerse un hueco en las redacciones de Fotogramas y Esquire, con las que sigue escribiendo de todo lo que le gusta y le mandan (a menudo coincide). Su buen o mal gusto (según se mire) le llevó también a meterse en el mundo de la gastronomía y los videojuegos. Vamos, que le gusta entretenerse.